La literatura renacentista forma
parte de un movimiento más general del Renacimiento que
experimenta la cultura occidental en los siglos XV y XVI,
aunque sus primeras manifestaciones pueden ser observadas en la Italia de
los siglos XIII y XIV.
Se caracteriza por la recuperación humanista de la literatura clásica grecolatina y se difunde con gran fuerza
gracias a la invención de la imprenta hacia 1450.
La
novedad afecta tanto a los temas como a las formas. Entre los primeros cabe
destacar el antropocentrismo, el interés por la naturaleza
y la recuperación de la mitología clásica. La filosofía recupera las
ideas platónicas y
las pone al servicio del cristianismo.
La búsqueda del placer sensorial y el espíritu crítico y racionalista completan
el ideario de la época. En cuanto a los aspectos formales, se recupera la preceptiva clásica (cuya
raíz está en la Poética de Aristóteles),
basada en el principio artístico de la imitación. También se desarrollan nuevos
géneros (como el ensayo) y modelos métricos (entre los que destaca el soneto como
forma estrófica y el endecasílabo como
tipo de verso).
La Divina comedia destaca por la
energía expresiva, el desgarro emocional y la originalidad de sus imágenes. El
tema central es el destino trascendente y la reflexión acerca del alma humana,
todo ello enmarcado en una concepción del mundo que reúne componentes
cristianos y otros provenientes de la cultura clásica de la antigüedad
grecolatina.
Un
ejemplo de la concepción amorosa de Dante, precursora del pleno Renacimiento en
su caracterización de la dama como mujer angélica, es el
soneto Tanto gentile e tanto
onesta pare ('Tan gentil y tan honesta parece') que pertenece a su
obra Vita nuova ('Vida
nueva'), compuesta hacia 1293:
Tanto gentile e tanto onesta pare
la donna mia quand'ella altrui saluta, ch'ogne lingua deven tremando muta, e li occhi no l'ardiscon di guardare. Ella si va, sentendosi laudare, benignamente d'umiltà vestuta; e par che sia una cosa venuta da cielo in terra a miracol mostrare. Mostrasi sì piacente a chi la mira, che da per li occhi una dolcezza al core, che'ntender non la può chi non la prova; e par que de la sua labbia si mova un spirito soave, pien d'amore, che va dicendo a l'anima: sospira. |
Tan gentil, tan honesta en su pasar
es mi dama cuando a otros saluda, que toda lengua tiembla y queda muda, y los ojos no se atreven a mirar. Ella se va, oyéndose alabar, benignamente de humildad vestida, y parece que sea cosa venida para un milagro del cielo mostrar. Se muestra tan grata a quien la admira, dan al pecho sus ojos tal dulzor, que no puede entender quien no lo prueba; parece de sus labios que se mueva un soplo suave, tan lleno de amor, que al alma va diciéndole: suspira. |
Buena información
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